Anekke Arizona: Un sueño llamado Arizona

Como en cada viaje, una mezcla de ilusión y nervios se mezclan en mi estómago, mientras Towanda y yo nos vamos acercando a nuestro destino.

Allí las tardes se visten de cielos teñidos tras el gran cañón, y mis botas empolvadas recogen fragmentos de cientos de pasos. Los caminos de tierra roja y árida se abren ante mí, surcados por carreteras infinitas de arena y cáctus. Así es Arizona, un paisaje eterno que se dibuja en mis pupilas, dejando un recuerdo imborrable que late cada día.

La belleza de sus montañas me hipnotiza, mientras alguien cuenta viejas historias a la luz de una hoguera, y el sonido de un banjo se convierte en la melodía de esta aventura.

Y allí, rodeada por su belleza viva, por su desnudo, sentí una indescriptible sensación de estremecimiento. El viento silbaba a mi alrededor, como si sus antepasados me estuvieran transmitiendo su fuerza a través de la brisa, de su sol, de su tierra… Mi cuerpo estaba conectando con cada historia, con cada vida, con cada momento vivido en este entorno. Y en un solo instante, tu mundo entero da una vuelta. La vuelta al mundo en 10 segundos de quietud, en los que miras hacia dentro de ti, y comprendes que para vivir sólo necesitamos lo esencial. Que para crecer debemos valorar las pequeñas cosas, ya que construyen las más grandes.

Y allí, en mitad de una deriva de belleza desnuda y polvo de ilusiones, siento que la fuerza de este lugar irá para siempre conmigo. Mi mente vuela rauda, a la misma velocidad que recorremos sus montañas interminables, acompañados por los susurros del viento. Allí aprendí a escuchar al desierto, a dejarme llevar movida por mi espíritu. Allí me sentí más libre que nunca, más fuerte, invencible.

Es un lugar que pone ante ti caminos que te enseñan a mirar el mundo con los ojos muy abiertos, a disfrutar de la crudeza de lo vivo, a desprenderte de todos tus miedos.

Es como un atrapasueños que te embauca con su tierra seca y su aire húmedo, con la fuerza que transmiten sus laderas, a cada instante que late en el tiempo.

Y es que ese mapa, hecho de desiertos e ilusión, es un sueño llamado Arizona.

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