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Anekke Venezia

Viajar, una palabra que, depende de quién o cuándo, tiene un significado totalmente diferente. Pero algo que nunca deberíamos dejar de hacer.

Cada viaje es una historia, y creo que también se convierte siempre en un reto personal. Enfrentarte a nuevos lugares, a un idioma, a sus costumbres, a conocer personas diferentes…

Porque el lugar no es lo más importante del viaje, para mí lo es mucho más el sentimiento que se crea. Sentirte parte del lugar, de su historia, de la experiencia. Recargar tu mente, tu espíritu. Conocerte más (y mejor) a ti mismo. Sentirte más libre que nunca.

Y el viaje no sólo es el momento en el que llegas a tu destino, sino que comienza en esos instantes de nervios e ilusión previa en los que imaginas cómo serán esos días, qué recuerdos construirás en ese lugar. Y preparas tu bolso, con una sonrisa nerviosa dibujada en tu cara, mientras se disparan las ganas por llegar a ese sitio, convirtiéndote en un minúsculo puntito más dentro de un inmenso mapa hecho con sueños, en el que disfrutar de cada paso que das en él.

Porque pese a lo que muchas personas ven cuando miran un mapa, para mí, ese trozo de papel es un jeroglífico repleto de ilusiones y aventuras por vivir. Tan sólo tengo que agitar mi llavero mágico y, con el suave sonido de ese tintineo, junto al ronroneo nervioso de Towanda, mi bello gatito, comienza la aventura.

Eliges el medio, te cuelgas un bolso para llenar de experiencias y comienza ese viaje en un vagón de tren, o tal vez meciéndote en un barco, en una bicicleta blanca con una cesta a conjunto, a pie… o como en esta ocasión, en góndola. ¡Oh, bella Venezia!

Recorro sus canales ensimismada mientras suena en mis oídos esa bella musicalidad del idioma. Y mientras intento anotar cada momento inolvidable en mi cuaderno de viaje mientras tomo un espresso en una plaza, un ragazzo me llama entre gritos.

Se acerca, acaricia a Towanda y yo no puedo parar de reír porque, aunque no entiendo ni una palabra de lo que dice, me resulta una situación de lo más entrañable. De esas cosas que parece que sólo suceden en las películas, o a mi. Y entonces, sin más, me regala un sombrerito. Nunca dejará de sorprenderme cómo un desconocido puede llegar a hacerte sonreír, recordándote que el mundo está lleno de gente maravillosa, y que cada viaje es una nueva oportunidad para conocerles.

Decido dar un paseo por sus calles en bicicleta, sintiendo el aire en la cara, alborotando a las palomas con mi risa mientras siento que vuelo, e intentando decidirme por una máscara de su típico carnaval. Venecia es una ciudad repleta de historia, ideal para soñadoras como yo, para amantes de los lugares que parecen hechos para el romanticismo.

Me doy cuenta que cada viaje es único, una oportunidad de vivir la vida despacio, inhalando los aromas del lugar, disfrutando de cada sorpresa, del saludo de un desconocido. Cada viaje te convierte en una persona un poco más feliz, te acerca un poco más a ti mismo, a una sensación de bienestar increíble.

Por eso sé que nunca, nunca dejaré de viajar. Es cierto que viajar puede ser una palabra que, depende de quién o cuándo, tiene un significado totalmente diferente. Pero para los soñadores, viajar es algo que nunca debemos dejar de hacer.

Cierra los ojos, deja tu llavero mágico en tu mesita de noche, y sueña. Nos vemos en Venecia… ¡O quien sabe dónde!

Esta entrada tiene un comentario

  1. Que alegría leerte en realidad hace tiempo sentía una atracción hacia esta mágica muñeca y leyendo tus historia entendí por que me traslada a ese mundo mágico y tus historias me encantan y reconozco ser una soñadora venezolana de nacimiento pero residente en España un abrazo Anekke

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