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La chica que amaba leer – Anekke Jane

Érase una vez una chica que amaba leer. A estas alturas seguro que sabéis que sí, que esa chica a la que me refiero, soy yo. Para muchas personas, leer es mucho más que una afición. Es una manera de escapar de la realidad, de vivir otras vidas, de soñar sin necesidad de cerrar los ojos. Y para mí, es un pequeño acto mágico que puedo vivir en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento del día.

Y recuerdo cómo la primera vez que abrí un libro y me adentré en sus páginas, casi podía escuchar en mi cabeza cómo sonaba una máquina de escribir, seguramente la de una mujer que utilizó la literatura para cambiar el mundo con sus palabras, creando una pequeña revolución con cada historia. Llenándome de sentido y sensibilidad, de persuasión, de orgullo y prejuicio. Alimentando mi mente.

Desde esa primera vez que me adentré en una historia, convertí la lectura en un ritual: encontrar tu momento del día, tu lugar. Abrir las páginas y ser una parte más de sus capítulos. Sobrevivir, amar, soñar, llorar. Vivir. Imaginar finales distintos, desear conocer cómo termina un relato. Sentir la inexplicable sensación de satisfacción cuando terminas un buen libro. Esa magia única y esa nostalgia que transmite el olor de un libro que leíste en el pasado. No juzgar un libro por su portada. Ponerte en los zapatos de alguien que jamás imaginaste, mientras escucho cómo Towanda ronronea a mis pies. Saber que la lectura alimenta nuestra mente.

Y es que un libro es como un jardín en un bolsillo: está cargado de belleza, de rincones ocultos. Cada vez que comienzas a leer uno, abres límites que jamás hubieras sospechado. Te permite vivir vidas ajenas. Conoces culturas, fábulas, romances y aventuras que, mientras los lees, te pertenecen. Amueblan tu mente con palabras y ensoñaciones que te hacen escapar de lo cotidiano. Te convierten en alguien más sabio.

Y es que, sin duda, no hay ningún otro tipo de placer como leer. Cargar tu bolso con tus historias favoritas, viajar a un destino, abrir sus páginas… y perderte en ellas.

Y ahora yo voy a perderme por un mapa de letras, de paisajes, de personajes. Algo que jamás, jamás, dejaré de hacer. ¿Me acompañas?

 

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