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La chica que soñaba con bailar en el aire

La vida está llena de momentos de magia, de casualidades perfectas. De personas que de repente aparecen y algo hace click en ti. Algo así me sucedió cuando Ainhoa Sánchez, la primera wingwalker española, se puso en contacto conmigo hace unos meses, contándome su historia justo en el momento en el que yo os hablaba de Amelia Earthart. Ainhoa me escribió un mensaje en el que me contó que dedica su vida al wingwalking, un tipo de espectáculo aéreo que puede incluir acrobacias. Que su pasión es volar y bailar, y también mezcladas. Que es una mujer soñadora, amante de los gatos y luchadora, que persigue sus sueños. ¡Y sus sueños van por el aire! Por ello decidí hacer una entrevista a Ainhoa, la chica que soñaba con bailar en el aire, para que nos contase en qué consiste el Winwalking. ¡Sigue leyendo para descubrir esta historia!

  • Querida Ainhoa, ¿qué es el Wingwalking?

El wingwalking es probablemente una de las especialidades aeronáuticas más raras que existen. Un show de wingwalking es totalmente espectacular y exclusivo. Te deja sin palabras. Es arte y deporte al unísono. Apenas quedan profesionales que lo hagan. Consiste en que una persona ejecute distintos movimientos gráciles con su cuerpo en el exterior de la estructura de un biplano histórico, construido en madera y tela, en pleno vuelo. El avión puede volar en línea recta o realizar acrobacias aéreas.

Esto nació en Estados Unidos en 1919 como una necesidad, ya que los pilotos  tenían que salir de su cabina en pleno vuelo para arreglar problemas mecánicos. Tuvo su auge entre la Primera y Segunda Guerra Mundial. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, los pilotos no tenían apenas trabajo, lo que les hizo agudizar el ingenio y utilizar el excedente de máquinas aéreas para otros usos. Durante los  años 20 el “barnstorming” (asalto al granero) se convirtió una de las formas más populares de entretenimiento. El término de barnstormer se aplica a pilotos que volaban por todo Estados Unidos ofreciendo paseos en aeroplano a cambio de unos pocos dólares. Normalmente operaban en zonas de granja que eran espacios muy abiertos y funcionaban como improvisadas pistas de aterrizaje, a veces acababan empotrados literalmente contra graneros. Los pilotos ejecutaban trucos con sus biplanos individualmente o en grupos llamados circos aéreos. Esto les proporcionaba una estimulante forma de vida. El wingwalking es la parte más extrema del barnstorming.

  • ¿Cómo lo conociste tú? ¿En qué momento supiste que querías convertirte en una Wingwalker? ¿Cómo fue tu primera experiencia?

En 2012 elegí diseñar como tema del calendario de empresa una mezcla de todo aquello que me apasionara: el circo, la danza y los aviones históricos. Tengo una mente creativa e inquieta y deseaba ver cómo la aviación podía ser de esta misma manera plasmada en un calendario. Aunque ya sabía de la existencia de los circos aéreos desde hacía algunos años, hacer “2012, The Wingwalking Calendar” marcó la diferencia. Buscando material gráfico, encontré unas fotos increíbles de una wingwalker vestida con unas zapatillas y vestido de ballet. El resultado de la mezcla era bello y asombroso. La acróbata en cuestión era la californiana Margaret Stivers. Contacté con ella para pedirle el permiso del uso de sus fotos. Conectamos perfectamente desde el principio, éramos muy similares. Con el tiempo se convirtió en mi mentora e instructora “online”. Ella me inspiró a bailar encima de las alas de un biplano y yo quería seguir sus pasos. Cinco años más tarde pudimos conocernos durante un viaje que hice a su casa.

Quise convertirme en wingwalker desde el primer vuelo que hice como una clienta de paseos en el ala, en mayo de 2013 en Inglaterra. Es una de esas cosas que no se pueden explicar con palabras, solo se siente en el interior. Recuerdo que no podía respirar bien ahí arriba y me preguntaba una y otra vez antes de despegar, «¡¿pero qué haces aquí arriba subida si tienes vértigo?!» Todo eso se me olvidó pasados unos segundos en el aire y empecé a interpretar la música del motor y a bailar con el viento generado a mi alrededor, movía las piernas y brazos artísticamente, dentro de la limitación de estar atada, y parece ser que no era muy habitual para la primera vez. Fue pura magia. Al bajar del avión el piloto me preguntó que me había parecido y le contesté que había nacido para hacer eso. Después de conversar por un buen rato, ¡me ofreció trabajo! Debuté en un festival aéreo internacional a finales de agosto de 2013, en Irlanda del Norte.

Fue todo tan natural que era como si lo hubiera hecho antes. Durante el vuelo sólo vives el presente y la actividad que haces.

  • Bailar en el aire parece muy complicado, ¿cómo te preparas para ello? ¿Cómo es un entrenamiento? ¿Puedes practicarlo a menudo en España?

Un wingwalker se forma mediante un mentor, que es el que decide apoyarlo porque considera que es un candidato idóneo. No hay escuelas, libros, ni academias al uso para aprenderlo. Es una actividad que se aprende de padres a hijos, una profesión de las más raras. El wingwalker tiene que tener una base deportiva o artística antes de subirse a las alas  y sobre todo tener mucha pasión por lo que hace. Hay tres partes en el entrenamiento, al menos como yo lo hago: preparación física, que en mi caso hago ballet, pilates, circo, mindfulness y de vez en cuando simulador de paracaidismo. Práctica estática, en el hangar con el avión donde se ensaya la rutina hasta que salga perfecta y por último, nos vamos al aire. Requiere mucho esfuerzo y recursos de todo tipo.

Lo podré realizar en España y otros país en cuanto tenga mi equipo preparado, que estimo que será para el próximo verano.

  • ¿Podrías describir cómo te sientes cuando vuelas y bailas en el aire?

Cuando vuelas ahí afuera es como estar en medio de un huracán. Estoy sometida a la velocidad (a veces hasta 240 km/h), a la masa de aire que mueve la hélice y a las fuerzas G en la parte acrobática (tu cuerpo puede llegar a pesar casi cuatro veces su peso). A veces hace frío. No es un lugar agradable donde estar, pero acabas normalizando todos los impactos, incluso la lluvia. El saber que hago algo único es muy bonito, soy yo misma en el aire. Es pura magia, estar posado en unas alas demostrando sutilidad y es esa mezcla entre la bella y la bestia lo que más me gusta. El rugido del motor, el olor a grasa y combustible en contrapunto con movimientos delicados del ballet, es muy etéreo.

  • Actualmente cuentas con un biplano de 1943, ¿cómo lo conseguiste? ¿Qué significa para ti poseerla? ¿Sabes pilotarlo? ¿Cuáles son tus referencias aéreas (mujeres piloto, wingwalkers…)? Hablamos de Amelia Earhart, pero seguro que nos descubres a alguna mujer fascinante más ?

Aunque mi avión está fabricado en Estados Unidos, lo compré en Palma de Mallorca. Fue todo una casualidad y mucha suerte. Conocí al vendedor en un evento aeronáutico en el aeródromo de Cuatro Vientos, Madrid. Lo puso a la venta en Internet y lo vi. Como tenía el teléfono de este señor, le llamé. Llegamos a un acuerdo y meses más tarde el avión era mío. Creo que me estaba esperando en el fondo. Llevaba bastante tiempo intentando comprar el avión, buscar los fondos, que avión era más apropiado, quien me lo trajera de su origen, mecánico y un largo etc. ¡Todo muy complicado y muy estresante! Yo no tenía mucha idea de como comprarlo (¡una no se está comprando aviones todos los días!), pero al final todo salió bien. Aunque estoy muy contenta por haberlo conseguido, me siento muy responsable con la máquina.

Nada más traer el avión me apunté a una escuela de vuelo para aprender a pilotar, que es una formación muy conveniente en mi caso, por distintos motivos.

Tengo muchos referentes, la gran Amelia Earhart por su puesto. También las desaparecidas wingwalkers Mabel Cody, Lillian Boyer, Gladys Ingle. Mis mentores actuales Margi Stivers, Helen Tempest, mi primer piloto Mike Dentith, Carol Pilon en Canadá, Marta Lucia Bognar en Brasil, las dos últimas pioneras en sus países.

  • Caminar por el aire no es una actividad individual del wingwalker, sino que se crea una relación especial con el piloto, como si se tratara de una pareja de baile. Cuéntanos un poco cómo es esa relación entre ambos, cómo se establece el vínculo, cómo os comunicáis y entendéis…

Es totalmente un trabajo en equipo. La confianza con el piloto es fundamental, y viceversa, porque no volamos solos. Mi piloto es mi 50% y su labor es imprescindible, y eso empieza en tierra. El piloto tiene que volar excepcionalmente bien y tener una actitud muy particular. No todos los pilotos interiorizan el tener que volar con una persona fuera. El resultado de mi trabajo depende de la pericia del piloto. Nos comunicamos con un lenguaje de signos con las manos ya que no podemos hablar.

  • ¿Cuál sería tu sueño como Wingwalker? ¿Hasta dónde te gustaría llegar?

Mi sueño sería poder vivir de esto, mantener el wingwalking vivo durante mucho tiempo y volar en distintos países. Poder ayudar e inspirar a otras personas a que cumplan sueños. Acercar la aviación histórica a todo tipo de personas y potenciar la afición por la aviación en general. Conseguir patrocinadores que crean en nuestro precioso proyecto.

Y es que Ainhoa se define a sí misma como «la novia del viento», y asegura tener en común conmigo muchísimas cosas, como «el estilo retro y mágico, los biplanos, los gatos, llevar el pelo largo, viajar, las aventuras, las cosas bellas y bonitas, la feminidad, la niña que no deja de soñar, la bailarina»… ¿Qué os parece que esas preciosas casualidades de la vida la hicieran llegar a mi? ¿Que justo la conociese cuando lanzamos la colección Aviator? Y es que sin duda, la pasión de Ainhoa llegó a su vida como una casualidad, y yo estoy segura de que mujeres como ella, y como Amelia Earhart, son muy necesarias para hacer del mundo un lugar en el que todos los sueños se puedan llevar a cabo. En las fotos, Ainhoa posa junto a su biplano y un bolso de la colección Aviator.

¡¡Cielos azules, viento en cola y vuelos seguros!!

Nos vemos por el aire, soñadoras.

Anekke

 

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